"Between joke and joke... the truth is shown"

psychoanalysis, culture, art and technology

Tuesday, July 21, 2009

Dolor crónico

por
Camilo Ramírez Garza

“El dolor es el dato radical que nos avisa de
nuestra precariedad y nuestra fragilidad humanas”
R.E. Aguilera Portales

“Sin decir ni agua va, me doy cuenta que te traigo untado en todo el cuerpo. No hago el menor movimiento para sacudirte ahora; sería peor. Aguanto y respiro profundo. Sé que eres obscuro en estos momentos; que me oscureces a mí. Trato de entenderte” Escribe la poetiza michoacana María Luisa Puga en su texto “Diario del dolor. Experiencia singular tejida con los hilos del dolor crónico y las letras, vestigio éstas del pasaje del dolor por su cuerpo, así como una forma de resistir y vencer al dolor que la aquejó.

El dolor -como todo aquello clavado en el cuerpo humano- no solo se reduce a una sobre-estimulación de las vías nerviosas, procesos inflamatorios, fracturas de huesos, presencia de tumores cerebrales, etc. que van “pellizcando” al cuerpo con diversas intensidades, sino plantea una experiencia singular para quien lo padece. En ese sentido, el dolor no solo existe como “dolor en sí” –si acaso pudiera existir algo así, quizás solo en la nomenclatura de las múltiples algias que estudia la algología, descritas en los libros- sino como experiencia de vida que solo quien lo padece puede dar cuenta (hacer crónica) de lo que implica en su cotidianidad sufrir dicho dolor.

El dolor es algo curioso, siendo la forma extrema del sentir, existe en un continuo de percepción del estímulo que va de la sensación mínima, cobrando mayor intensidad, quizás produciendo algo de placer, hasta grados en donde los umbrales se cruzan, irrumpiendo el dolor, por ejemplo “martilleando” la cabeza, clavándose cual agujas invisibles y bien afiladas. ¿La forma de atacarlo? La tecnología farmacéutica ofrece un sinfín de prótesis químicas con las cuales contrarrestar sus efectos, las hay muy variadas, de diferentes tipos, marcas, compuestos, formas de acción e intensidad; analgésicos, antiinflamatorios,…unos operan a nivel local otros a nivel central. También existen otros procedimientos que implican inyectar algunos compuestos, realizar bloqueos en las áreas afectadas, cortar la comunicación entre las fibras nerviosas que llevan el doloroso mensaje. Seguramente en pocos años la tecnología farmacéutica y quirúrgica nos ofrecerá más alternativas para lidiar con el dolor. Por otro lado, el dolor no se vive de manera aislada, en abstracto, se clava en la cotidianidad de una vida y produce efectos concretos: la persona se convierte en el dolor, es el dolor, ser la muela que duele y punzante insiste en que debe ser removida cuanto antes; el dolor toma el centro de la vida, ya no se puede pensar o hacer nada, es incapacitante en diversos grados y formas, se convierte en un grito sordo y silencioso que va acariciando punzantemente una parte del cuerpo. Pero también, como decíamos al inicio, el dolor es un mensajero que hace tomar conciencia de la fragilidad de la condición humana, de la potencia y el bienestar que van disminuyendo, entonces el dolor ofrece otras experiencias, como trastocar las prioridades de la vida, el amor, los deseos, valorar la salud, etc.

Así, mientras se realizan múltiples esfuerzos por quitar el dolor, viéndolo como algo extraño, ajeno a la vida humanan, realidad indeseable que hay que desterrar a toda costa, habría que escuchar al dolor, reconocerlo como parte la vida, que si bien cala, y a veces muy hondo, también interroga, plantea, desata la creatividad, aligera la vida, etc. ¿La propuesta? Ver cuáles son los mensajes que envía a esa vida, que de pronto se vio tocada por un “indeseable e incomodo visitante” como es el dolor…en última instancia, responder ¿Qué historia tiene el dolor en mi vida? ¿Qué me plantea?

camilormz@gmail.com
http://camiloramirez.jimdo.com

Saturday, July 11, 2009

De lo trascendente al analgésico

por
Camilo Ramírez Garza


En pocas décadas no solo ha cambiado el consumo de drogas (legas e ilegales) sino el objetivo para experimentar con ellas; se ha pasado de las drogas depresoras del sistema nervioso a las estimulantes. Dichos cambios no solo son cuestión de “gustos” en los consumidores, sino muestra de una transformación en la posición subjetiva de nuevas generaciones. Plantémonos una pregunta sencillamente compleja: ¿Qué tienen de similares y diferentes las muertes de Jim Morrison, vocalista de The Doors, la de Jimy Hendryx, respecto a las muertes del joven actor Hed Ledger y la del reciente rey del pop, Michel Jackson?

Las drogas (prefiero el término sustancias o incluso prótesis químicas) se han utilizado por miles de años: como bálsamo medicinal, ungüento de dioses, pócima o brebaje ceremonial con el cual entrar en contacto con algún animal, o con la divinidad y así realizar cierto ritual o travesía por el bosque o las montañas, como p.e. fue la hoja de coca para los nativos del Perú. Es bien conocido que solo cuando el alcohol pierde su carácter contextual- ceremonial convirtiéndose en una simple bebida para “ponerse pedo” es que se inserta en el mercado y se potencia su consumo, asociándose a “tiernas” ideas sobre la masculinidad, la raza, el futbol, los amigos, la unión familiar, etc. Y una vez que se ha desacralizado el alcohol entonces nos espera la medicina y principalmente la psiquiatría, con sus benditas categorías para patologizar e intentar regular y administrar el consumo (“abuso”) de alcohol: ¿Tiene usted problemas con su forma de beber?
En los 70s Los Beatles quedaron encantados con la sabiduría de oriente, según sus biógrafos, contemplaban la posibilidad de realizarse trepanaciones en el cráneo, como aquellas descubiertas en el antiguo Egipto. ¿Su sentido? poder liberarse de la tensión que suponían se iba acumulando en su cabeza y amenazaba con explotarla. También experimentaron con el LSD, de cuya experiencia, se dice, compusieron decenas de canciones, como “She said She Said”, por no decir todo el álbum Revolver y el de Rubber Sould, convirtiéndose de tiernos y enclenques musiquillos de una ciudad de pescadores a experimentados hombres y músicos de mundo.

Por su parte Jimmy Hendrix soñaba con aplicarse una inyección de morfina directamente en la glándula pineal, esa que según Descartes era el asiento del alma, lugar privilegiado por donde se vinculaban cuerpo y alma. Así como ellos, Jim Morrison, vocal de The Doors, utilizaban las sustancias para buscar experiencias sobre-naturales, trascendentes: ver a Dios, ir hacia el infinito, salirse de sí y entonces advertir lo absurdo de la existencia humana, sus valores, historia e instituciones culturales: “This is the end, beautiful friend…”

Ahora, en cambio, el objetivo de consumir ciertas sustancias es poder medio funcionar: proveerse de un estado de ánimo mínimo para poder estudiar, trabajar, disfrutar, si acaso no sentir dolor; ya no se busca lo trascendente, sublime e inefable, sino poder medio vivir, buscando no quedarse dormido durante el fin de semana en una fiesta o antro, así como erradicar un dolor fundamentalmente biológico.

De ahí que ahora el consumo de drogas ilegales tenga la misma estructura y justificación que la que se requiere al consultar a un médico por un malestar: se le describen los síntomas éste prescribe un medicamento que intentará erradicar el mal y hacer que “vuelva la alegría”. Dicha noción es la misma, incluso cada vez más las drogas ilegales toman la forma de las drogas legales, las medicinas (“son para mi salud y bienestar”). Quedando con ello al descubierto los elementos en común que siempre han poseído: ser artefactos químicos derivados de la tecnología que ha creado el humano para poder “ir más allá” tanto en sentido trascendental como hacer que la máquina del cuerpo funcione óptimamente.

camilormz@gmail.com

http://camiloramirez.jimdo.com